SANTO DOMINGO.- Cada vez más haitianos emprenden viajes ilegales hacia República Dominicana, por lo que en la frontera prevalece una actividad de tráfico de indocumentados “sin precedentes”, según denuncia hoy la prensa matutina
JUMP BREAK dominicana. El flujo se ha incrementado debido a las maniobras de grupos que alientan a los haitianos a migrar con la ilusión de lograr un estatus de legalidad en la República Dominicana al amparo del Plan de Regularización de Extranjeros, dice un reportaje del periodista Guillermo Pérez que publica el periódico Listín Diario. “En aquellos asentamientos humanos adonde antes eran escasas las gestiones de viajes, ahora son visibles los planes para esas aventuras. Los casos son bien conocidos en nuevas franjas incorporadas en los 10 departamentos, 41 distritos y 133 localidades de Haití envueltos por este furor migratorio”, agrega. Destaca que “eso no ha parado” a pesar de los mecanismos de vigilancia y el personal militar y civil emplazados en la zona. Señala que “ignorando las vicisitudes que deben afrontar para llegar hasta las puertas de la frontera, estos tropeles de indocumentados escogen cualquier vía y formas para llegar y sobrevivir aquí, empujados por las miserias que enfrentan en Haití”. Sostienen que aquellos no propensos a delinquir han visto en el Plan de Regularización su chance para obtener certificados legales, trabajar, ahorrar, enviar un poco de dinero a sus familias y gozar de entrada libre al país. “Los grupos que trasiegan haitianos cobran valores que varían de entre 4 mil a 8 mil pesos. En la mayoría de casos, los garantes del viaje pagan sobornos a soldados y a civiles corruptos. Por cuenta propia operan “brigadas” de motociclistas que los recogen en territorio de Haití y los ingresan al país, bordeando quebradas y rutas escabrosas”, dice el reportaje. Explica que el viaje dura dependiendo de las condiciones del clima, el rigor de la vigilancia y las rutas escogidas. Se les exige viajar sin equipaje, solo bolsas con algo de ropa y comida, no gritar, no alzar la voz ni armar pelas, agrega. A su llegada, algunos se dirigen a refugios de familias o amigos y otros quedan deambulando en las calles o durmiendo bajo techos abiertos de viviendas en construcción, precisa. Los organizadores locales, para evitar problemas con los haitianos, exigen pago total antes del cruce por la frontera. La mayoría de los organizadores solo acepta, como pago, dinero, aunque algunos admiten prendas y otros artículos, incluidos armas de fuego.
JUMP BREAK dominicana. El flujo se ha incrementado debido a las maniobras de grupos que alientan a los haitianos a migrar con la ilusión de lograr un estatus de legalidad en la República Dominicana al amparo del Plan de Regularización de Extranjeros, dice un reportaje del periodista Guillermo Pérez que publica el periódico Listín Diario. “En aquellos asentamientos humanos adonde antes eran escasas las gestiones de viajes, ahora son visibles los planes para esas aventuras. Los casos son bien conocidos en nuevas franjas incorporadas en los 10 departamentos, 41 distritos y 133 localidades de Haití envueltos por este furor migratorio”, agrega. Destaca que “eso no ha parado” a pesar de los mecanismos de vigilancia y el personal militar y civil emplazados en la zona. Señala que “ignorando las vicisitudes que deben afrontar para llegar hasta las puertas de la frontera, estos tropeles de indocumentados escogen cualquier vía y formas para llegar y sobrevivir aquí, empujados por las miserias que enfrentan en Haití”. Sostienen que aquellos no propensos a delinquir han visto en el Plan de Regularización su chance para obtener certificados legales, trabajar, ahorrar, enviar un poco de dinero a sus familias y gozar de entrada libre al país. “Los grupos que trasiegan haitianos cobran valores que varían de entre 4 mil a 8 mil pesos. En la mayoría de casos, los garantes del viaje pagan sobornos a soldados y a civiles corruptos. Por cuenta propia operan “brigadas” de motociclistas que los recogen en territorio de Haití y los ingresan al país, bordeando quebradas y rutas escabrosas”, dice el reportaje. Explica que el viaje dura dependiendo de las condiciones del clima, el rigor de la vigilancia y las rutas escogidas. Se les exige viajar sin equipaje, solo bolsas con algo de ropa y comida, no gritar, no alzar la voz ni armar pelas, agrega. A su llegada, algunos se dirigen a refugios de familias o amigos y otros quedan deambulando en las calles o durmiendo bajo techos abiertos de viviendas en construcción, precisa. Los organizadores locales, para evitar problemas con los haitianos, exigen pago total antes del cruce por la frontera. La mayoría de los organizadores solo acepta, como pago, dinero, aunque algunos admiten prendas y otros artículos, incluidos armas de fuego.